Prescott, William H.
William Hickling Prescott
(Salem, Massachusetts, US, 1796 - Boston, Massachusetts, US, 1859)
Autor de la cita: Luis E. Vadillo Sacristán, miembro de la AARS
Su obra sobrevive gracias a su aliento narrativo, su imparcialidad y rigor documental y el vigor y plasticidad de su excelente estilo, y se considera por ello uno de los mejores historiadores norteamericanos y el primero en ser valorado como tal a la otra orilla del Atlántico.
"Historia del reinado de Felipe II" (1855)
Capítulo IX. "Últimos días de Carlos Quinto"
(Traducción de Cayetano Rosell)
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El tiempo que [Carlos V] no invertía en sus ejercicios religiosos, lo tenia distribuido en varias ocupaciones á que siempre había tenido afición, aunque no oportunidad para dedicarse, como al presente. Ademas del cuidado del jardín, gustaba mucho de cierta clase de invenciones mecánicas. Pocos años antes, estando en Alemania, había construido un ingenioso carruaje para su propio uso. A Yuste llevó consigo un ingeniero llamado Torriano (el famoso Juanelo), célebre por las máquinas hidráulicas que había construido en Toledo; y con ayuda de este, que era un mecánico sobresaliente, se entretuvo Carlos en hacer multitud de figuritas que representaban otros tantos soldados, y ejecutaban ejercicios militares. Los historiadores confían demasiado en nuestra credulidad, hablándonos de unos pajaritos de madera que habían uno y otro ideado, y entraban y salían por las ventanas con no pequeña admiración de los monjes(1); pero lo que más les causaba asombro era un molinillo de mano para moler trigo, que en un solo día hacia harina bastante para la manutención de un hombre por espacio de una semana ó más; y al ver esto los buenos padres creían que fuese obra de nigromantes, lo cual influyó tal vez en que el desventurado ingeniero se viese mas adelante perseguido por la Inquisición.
Lo que sin embargo avivaba más su curiosidad era el mecanismo de los relojes. Tenia gran número de ellos de todas clases que habían de andar iguales en su habitación; y con este motivo se refiere el caso de que, viendo cuan difícil era que marcasen dos de ellos la misma hora, prorrumpió en una exclamación, conociendo la insensatez de poner acordes á los hombres en materia de religión, cuando no podía conseguir que dos relojes estuviesen conformes entre sí: reflexión filosófica que no sabemos cómo salió de los labios del hombre que, estando ya agonizando, recomendó fervientemente á su hijo la conservación de la Inquisición como el baluarte más inexpugnable de la fe católica. En los jardines de Yuste se conserva todavía, ó no ha mucho se conservaba, un cuadrante solar construido por Torriano para que con más exactitud pudiese apreciar el tiempo que transcurría en la monótona rutina del monasterio (2).
Aunque poco afectó á visitas de curiosidad ó mera ceremonia (3), recibía el Emperador de vez en cuando á algunos de los señores que tenían estados en aquella tierra, y que, llevados de la más sincera adhesión á su antiguo soberano, deseaban besarle la mano en su retiro. Pero con ninguno hallaba tanta satisfacción como con Francisco de Borja, duque de Gandía, que después fue colocado en el número de los santos por la Iglesia Católica Romana. Este había brillado como Carlos en la cumbre de las grandezas mundanas, y también como él supo menospreciar la vanidad de las glorias de este mundo, pues en la primavera de la vida se retiró de los palacios en que había figurado para vestir la sotana de jesuíta. A invitación del Emperador le hizo en Yuste más de una visita, porque Carlos hallaba gran consuelo en verle y en discurrir con un amigo tan antiguo como él sobre cosas que para ambos tenían encanto tan delicioso; y el resultado de sus entrevistas era que uno y otro se confirmaban en la idea de haber andado muy cuerdos en renunciar al mundo y dedicarse con toda su alma al servicio del Señor.
(1) «interdum ligneos passerculos emisit cubiculo volantes revoantesque.» Strada, De Bello Belgico, tom. 1. p. 15
(2) Ford, Richard, Handbook for travellers in Spain (1845), p. 552:
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At the W. end ia a pillared gallery, la Plaza del Palacio, overhanging a private garden, and connected with a raised archway, el Puente, by which the Emperor went down: below remains the sun-dial, erected for him by Juanuelo Turriano, and the stone step by which he mounted his horse, and an inscription records the spot where he was seatad, Aug. 31, 1558, when he felt the first approach of death.
(3) «A nemine, no a proceribus quidem quacomque ex causa se adiri, aut conveniri, ni si ogre admodum patiebatur.» Sepulveda, Opera, tom. II. p. 541.
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Enlaces relacionados
Relojes de Sol del Monasterio de Yuste en esta página web
Fotos de los dos relojes de Yuste en esta página web
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