Plutarco

Plutarco
(Queronea, Beocia, GR, c. 50 ó 46 – Delfos, Fócida, GR, c. 120)

Autor de la cita: Luis E. Vadillo Sacristán, miembro de la AARS

Su trabajo más conocido son las "Vidas paralelas", una serie de biografías de griegos y romanos famosos, elaborada en forma de parejas con el fin de comparar sus virtudes y defectos comunes. Las Vidas supervivientes contienen veintitrés pares de biografías, donde cada par comprende una vida griega y una vida romana, así como cuatro vidas desparejadas.

"Vidas paralelas" (s. I). Traducción del griego: Antonio Sanz Romanillos (1921)
Pareja V "Pericles y Fabio Máximo", Pericles capítulo VI (completo)

  • Ni sólo este fruto sacó Pericles de su comunicación con Anaxágoras, sino que parece haberse hecho con ella superior a la superstición, que infunde terror en los efectos meteóricos y naturales a los que ignoran sus causas, y en las cosas divinas, a los que con ellas deliran, y se asustan por falta de experiencia; pues la ciencia física la disipa inspirando, en lugar de una superstición tímida y vana, una piedad sólida, acompañada de las mejores esperanzas. Cuéntase que trajeron una vez a Pericles la cabeza de un carnero que no tenía más de un solo cuerno, y que Lampón el adivino, luego que vio el cuerno fuerte y firme que salía de la mitad de la frente, pronunció que, siendo dos los bandos que dominaban en la ciudad, el de Tucídides y el de Pericles, sería de aquel el mando y superioridad en el que se verificase aquel prodigio; pero Anaxágoras, abriendo la cabeza, hizo ver que el cerebro no llenaba toda la cavidad, sino, que formaba punta como huevo, yendo en disminución por toda aquella hasta el punto en que la raíz del cuerno tomaba principio. Por lo pronto, Anaxágoras fue muy admirado de los que se hallaron presentes; pero de allí a poco lo fue también Lampón, cuando, desvanecido el poder de Tucídides, recayó en Pericles todo el manejo de los negocios públicos. Mas a lo que entiendo, ninguna oposición o inconveniente hay en que acertasen el físico y el adivino, y que atinase aquel con la causa, y éste con el fin; siendo de la incumbencia del uno el examinar de dónde y cómo provenía, y del otro, pronosticar a qué se dirigía y qué significaba. Los que son de opinión de que el hallazgo de la causa es destrucción de la señal no reparan en que juntamente con las señales de las cosas divinas quitan las de las artificiales y humanas: el ruido de los discos, la luz de los faros, la sombra del puntero de los relojes de sol, cada una de las cuales cosas por artificio y disposición humana es signo de otra. Mas esto quizás es más bien asunto de otro tratado que del presente.

Pareja XXII "Dion y Bruto", Dion capítulo XXIX (completo)

  • Luego que Dion entró por la puerta Menítide, sosegado el alboroto, hizo publicar, a son de trompetas, que Dion y Mégacles, habiendo venido a destruir la tiranía, libertaban de la servidumbre del tirano a los de Siracusa y a los demás Sicilianos: y como quisiese hablar a los ciudadanos por sí mismo, subió por la Acradina, teniendo puestas los Siracusanos a uno y otro lado de la calle víctimas, mesas y tazas, y por doquiera que pasaba arrojaban sobre él flores y frutas, dirigiéndole plegarias como a un Dios. Había debajo de la ciudadela y de la Pentápila un reloj de sol, dispuesto por Dionisio, elevado y en parte que se descubría desde lejos. Subió a él, y arengó al pueblo, exhortando a los ciudadanos a recobrar la libertad. Estos, con muestras de gratitud y aprecio, los nombraron a ambos generales con absoluto poder, y a su voluntad y ruego eligieron otros veinte magistrados que los acompañaran en el mando, de los cuales la mitad eran de los que habían vuelto con Dion del destierro. Parecióles a los adivinos otra vez que el haber tomado Dion bajo sus pies para arengar aquello en que tenía puesta su vanidad Dionisio y había sido por él consagrado, era una, señal muy plausible; pero por cuanto era un reloj en el que estaba subido cuando se lo nombró general, temían no fuera que su suerte tuviese una repentina mudanza. Enseguida, tomando las Epípolas, puso a los ciudadanos presos en libertad, y formó trincheras delante de la ciudadela. Al día séptimo llegó a ésta Dionisio, y a Dion le trajeron en unos carros las prevenciones que había dejado confiadas a Sínalo. Distribuyólas entre los ciudadanos, y de los demás, cada uno se aliñó y preparó lo mejor que pudo, procurando mostrarse valientes soldados.