Buñuel, Luis
Luis Buñuel Portolés
(Calanda, Teruel, ES, 1900 - Ciudad de México, México, 1983)
Autor de la cita: Luis E. Vadillo Sacristán, miembro de la AARS
"Mi último suspiro" (pp. 283-284, Liberdúplex, Barcelona, 2012)
traducción de Ana María de la Fuente de "Mon Dernier soupir" (Houghton Mifflin, 1982)
"A favor y en contra" (*)
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Me gustan los claustros, con una ternura especial para el claustro de El Paular. De todos los lugares entrañables que he conocido, éste es uno de los que más íntimamente me llegan.
Cuando trabajábamos en El Paular con Carrière, casi todos los días, a las cinco, íbamos a meditar allí. Es un claustro gótico bastante grande. No se halla rodeado de columnas, sino de edificaciones idénticas que ofrecen altas ventanas ojivales cerradas con viejos postigos de madera. Los tejados visibles están cubiertos por tejas romanas. Las tablas de los postigos están rotas, y crece la hierba en los muros. Hay allí un silencio de épocas pasadas.
En el centro del claustro, sobre una pequeña construcción gótica que cubre a los bancos de piedra, hay un reloj de luna (**). Los monjes lo presentan como una rareza, indicio de la claridad de las noches.
Viejos setos de boj corren entre desmochados cipreses que tienen siglos de edad.
Tres tumbas colocadas una al lado de otra nos atraían en todas las visitas. La primera, la más majestuosa, alberga los venerables restos de uno de los superiores del convento, y ello desde el siglo XVI. Sin duda, había dejado algún feliz recuerdo.
En la segunda están enterradas dos mujeres, madre e hija, muertas en un accidente de automóvil acaecido a unos centenares de metros del convento. Como nadie reclamó sus cadáveres, se les hizo sitio en el claustro.
Sobre la tercera tumba —una piedra muy sencilla, cubierta ya por la hierba seca— se halla inscrito el nombre de un norteamericano. El hombre que reposa bajo esta piedra, nos contaron los monjes, era uno de los consejeros de Truman en el momento de la explosión atómica de Hiroshima. Como muchos de los que participaron en esta destrucción, el piloto del avión, por ejemplo, el americano fue presa de perturbaciones nerviosas. Abandonó su familia, su trabajo, huyó y pasó algún tiempo vagando por Marruecos. Desde allí, pasó a España. Una noche llamó a la puerta del convento. Viéndolo agotado, los monjes le recogieron. Murió una semana después.
Un día, los monjes nos invitaron a Carrière y a mí —residíamos en el hotel contiguo— a almorzar en su gran refectorio gótico. Fue una comida bastante buena con cordero y patatas, en el curso de la cual estaba prohibido hablar. Uno de los benedictinos leía a algún padre de la Iglesia. En compensación, después de comer, pasamos a otra estancia, con televisión, café y chocolatinas, y allí hablamos abundantemente. Estos monjes, gentes muy sencillas, fabricaban queso y ginebra (este último producto les fue prohibido, pues no pagaban impuestos) y, los domingos, vendían a los turistas tarjetas postales y bastones tallados. El superior conocía la reputación diabólica de mis películas, pero se limitó a sonreír. Nunca iba al cine, me dijo, casi excusándose.
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(*) Autobiografía de Luis Buñuel escrita con la ayuda de Jean-Claude Carrière, es una demostración, es una respuesta a la sempiterna pregunta sobre qué significa estar vivo. Fallece al año siguiente de publicarse.
Al comienzo del capítulo "A favor y en contra" escribe: "...he reunido en este capítulo, dejándome llevar por el azar de la pluma, que es un azar como otro cualquiera, cierto número de mis aversiones y mis simpatías. Aconsejo a todo el mundo que haga lo mismo algún día". Se incluyen íntegros los parrafos dedicados a su simpatía por los claustros.
(**) En realidad, como puede verse en la figura anterior, se trata de un reloj de sol que señala horas babilónicas (las transcurridas desde el amanecer) e itálicas (las transcurridas desde el anochecer, o que faltan). En el mismo claustro se encuentran otros tres relojes de sol más.
En el siguiente enlace se describen los relojes del monasterio de El Paular según el libro "Relojes de sol de Madrid" (pp. 71-76, 1ª ed. Madrid, 2005).
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