Es la hora del Sol

[Entrevista a Enrique Casado Polo, presidente de la Asociación de Amigos del Meridiano de Grrenwich y de los Relojes Solares, y miembro de la AARS]

Hasta 1901, cada pueblo tenía su hora, la que marcaba el sol. El problema llegó con el tren; ¿qué hora era, la de Madrid o la de aquí?, y se decidió unificar

Por Castellón pasa el Meridiano de Greenwich, el de Londres, el Cero o base para establecer a partir de él la longitud y los veinticuatro husos horarios a lo ancho de La Tierra. Así que, en Castellón, tienen la misma hora solar que en Greenwich, aunque no coincida la oficial, porque en el Reino Unido rige una hora menos que en España (o en España es una hora más) por razones de conveniencia política o comercial.

Reloj en iglesia de El Salvador, Culla, Castellón, ES
Reloj en iglesia de El Salvador, Culla, Castellón, ES

Esta circunstancia geográfica, la de coincidir el paso del Meridiano Cero, animó a que en Castellón naciera una curiosa asociación, la de los Amigos del Meridiano de Greenwich y de los Relojes de Sol. Agrupa a unas cuantas decenas de aficionados a estas cosas, de enamorados de la belleza de los centenarios relojes de sol que sobreviven en las fachadas de cientos de iglesias, conventos y tantos edificios antiguos; también de los que se colocan de nuevo en toda clase de casas y construcciones, animados sus dueños por el misterio que encierran una varita y unas numeraciones que han de estar bien colocadas para marcar bien.

Hoy, un reloj solar puede ser uno eléctrico que funciona con pequeñas células fotovoltaica. Pero el de sol de toda la vida es el de otro, el de una sombra fina y alargada. Parece sencillo; en apariencia es simple, pero será para el experto, no para el profano. Total, una superficie plana, unos números para marcar las horas, un palo que las señala con su sombra que va girando...

Enrique Casado Polo es el presidente de esta asociación de Amigos de Greenwich y de los Relojes de Sol. Gente altruista que se junta de vez en cuando para divertirse con lo que les aficiona y «de paso nos sirve de excusa para ir de excursión, conocer relojes y visitar sitios a los que de otra forma igual no iríamos, y también para salir a comer o cenar... En fin, un motivo más para tener amigos y compartir conocimientos sobre algo que nos une».

El ángulo de la latitud

Pero hay algo más que esto. Enrique es ingeniero industrial, sabe cómo hacer un reloj de sol, pero no se dedica a esto, claro. Sin embargo siempre está dispuesto a impartir las instrucciones necesarias para que cualquiera pueda componer el suyo, y de forma altruista, como hace cualquier otro miembro de la asociación. Participan a menudo en asesorar a instituciones y particulares en construir relojes nuevos y en cómo restaurar bien los antiguos.

El problema principal que se presenta en una restauración, donde se mantiene el panel con sus numeraciones, consiste en cómo colocar la varita que ha de dar sombra, el 'gnomon', como se conoce en el argot. Es la pieza esencial, indudablemente, y la que con mayor frecuencia se deteriora. Lo más habitual es que cayera y se esfumara. Cualquier cosa sirve de nuevo, de madera, hierro o plástico; pero, ¿con qué inclinación ponerla?

«El truco -explica Enrique Casado- consiste en conocer la latitud (respecto al Ecuador) del lugar en cuestión. Porque el 'gnomon' o estilo ha de colocarse en paralelo al eje de rotación de la Tierra; se pone inicialmente perpendicular al plano del reloj y de los 90 grados que forma se resta el ángulo de la latitud».

De todas formas, esta regla valdría para un reloj orientado perfectamente al sur, a las 12 horas solares, pero el asunto se complica si la pared está en otra posición, lo que es habitual que suceda; no se va a construir un edificio o un muro con el sólo objetivo de poner el reloj, sino que se acomoda éste a lo otro.

El dominio para colocar bien la distribución de las horas sobre el plano y la inclinación del 'gnomon', que es palabra griega, constituye la 'gnomónica', una ciencia compleja que exige amplios conocimientos matemáticos, astronómicos..., aunque Casado reconoce que «desde que tenemos calculadoras, todo se resuelve mejor, y no digamos con la irrupción de internet, porque se divulgan conocimientos e instrucciones para que cualquiera que sea algo paciente pueda hacerse un reloj y comprender bien por qué ha de ser así en ese lugar».

Pero si alguien prefiere el contacto humano, la explicación de viva voz, ahí están ellos para ayudar e instruir en lo que haga falta. Por ejemplo, para recordar que «en España vamos una hora o dos por delante del sol», que en Valencia no es la misma hora solar que en Castellón, «nos llevamos algunos segundos», que en Madrid es un cuarto de hora menos y en La Coruña media hora, y que hasta principios del siglo XX, «en cada pueblo tenían su hora, se regían por la hora solar de cada lugar, aunque había relojes mecánicos desde el siglo XIV». El problema se planteó en serio «cuando se extendió el ferrocarril; porque, ¿a qué hora salía o llegaba el tren Madrid-Valencia, a la del sitio de salida o la del de llegada?» Así que se acordó unificar la hora en todo el país y se implantó el 1 de enero de 1901. Pero sigue habiendo aficionados al reloj de sol, una curiosidad que se contagia. A Enrique le enseñó su suegro, el aparejador castellonense Manuel Guía.

 

Noticia de prensa, Vicente Lladró, Las Provincias, 13 de agosto de 2011

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Fotos de los relojes de sol de Castellón en esta página web

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